Encuentro
que me perdí
[A eso venía a Chile, a perderme, pero acá usan demasiado el verbo “encontrar”]. En esta confusión, intento —aunque asumo su imposibilidad— encapsular este momento presente de crisis personal y colectiva. Detener el tiempo y respirar. Registrar y respirar.

No sé hacia dónde voy, pero quiero registrar donde estoy ahora / Ser extranjerx / Permitir perderme un poco y no entender / Estar en la incertidumbre / La tentativa de ser artista por seis meses / Mi identidad / El concepto de hogar / Explorar un nuevo espacio / Tiempo para perder el tiempo / Buenas-Chao / Me miré al ombligo y sentí vértigo / Un montón de libros-objeto que caben en una maleta / Eso.

¿Cómo encapsular el vértigo que siento/que sentimos? Lo más lógico me parece no meter nada a la maleta; que el vacío me represente. Pero al mismo tiempo, quiero crear, hacer, imaginar: llenar la maleta. Soy consciente de que no hay muchas crisis en la vida; hay que amarlas y, de algún modo, guardarlas. Pero no entiendo cómo meter todo esto dentro de una maleta. Sé por adelantado que cualquiera de mis intentos será un ejercicio de decepción; la imposibilidad de meterme en una maleta. Quizá lo más acertado sea optar por representar la existencia como una continuidad de momentos desconectados y aceptar que, en este intento por recordar, olvidaré.

Pierdo que me encontré. Vamos de un lado a otro (como una maleta, o una estudiante de intercambio), buscando quién sabe qué. No encontramos eso que buscábamos, y, ¿entonces qué? Es fácil olvidar que lo que buscamos ya está aquí, y la respiración es un buen recordatorio de eso. Dice Franco “Bifo” Berardi que la conspiración, del latín “conspirare” (respirar en conjunto), es un acto revolucionario. Porque no se trata de respirar como individuos aislados que solo buscan sobrevivir, sino de entrar en sintonía con otros cuerpos que se cuidan y que convierten el respirar en un acto poético. ¿Se podrá meter eso en una maleta?
María Concha
Encuentro que me perdí, 2022
Instalación
Libros objeto (técnicas varias)
Mi viaje al desierto más árido del mundo.
San Pedro de Atacama, un water y dos gomitas que difícilmente olvidaré. 
208 links.
Noticias sobre Chile que me mandó mi abuelito mientras yo estaba acá y él allá. Una forma de recordar a sus amigxs exiliadxs en México.
Un sobre de correo que respira.
La unión de dos prácticas que me son fundamentales: el artecorreo y la meditación. Un intento por conspirar, respirar con otrxs, desde la distancia.
1.
El álbum de Qatar, completado con la misma estampa repetida (la primera estampa que me salió: el portero de Japón). Y algo resuena en mí: la soledad del portero, la soledad del artista, la soledad del migrante.
Doble constitución.
Una de ellas adquirida antes del plebiscito y otra después. El mismo libro, con emociones contradictorias.
Mi agenda, mi vida.
Una tabla de cortar que transformé en una libreta en donde organizo mi día a día. La rutina me hace sentir un poco menos perdida mientras floto en Chile.
Imágenes y palabras.
Diez fotos que tomé con la cámara instantánea que me regaló Inés, una amiga de México. Atrás, mis primeras conversaciones con este nuevo espacio.
Palabritas.
Un montón de palabritas que se me fueron pegando sin darme cuenta. Un continuo mascar. Un intercambio de lingüístico que fracasaba en su traducción: aceptar que hay cosas que son solo weas.
Muchas fotos de mí en el elevador.
Un no-espacio en el que el tiempo funciona de otra forma; una caja de Schrödinger en donde puedo estar viva y muerta al mismo tiempo; una oportunidad para sentir el vértigo.
El completo imaginario.
Un homenaje a Nicanor Parra y los completos. Dos formas de saborear la vida. 
Álbum familiar.
¿Cómo llenar un álbum familiar cuando no se tiene a la mano un álbum ni una familia? / ¿Qué hacer en esos instantes en que la videollamada se queda pegada y todo se vuelve imagen? / ¿Es posible llamar “casa” a aquello que se crea en la fragilidad del espacio digital?
I Ching: inicio y final.
Tres monedas mexicanas y el libro de los cambios. El oráculo chino, un libro vivo, al que se le puede hacer cualquier pregunta. Justo antes de volar, le consulto sobre mi viaje a Chile: 47. // Tres monedas chilenas y, de nuevo, el libro de las mutaciones. Después de seis meses moviditos con el hexagrama 47, me acerco de nuevo al libro. Todo listo para lanzar las monedas.
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